Valladolid cuenta con numerosos santos/as, beatos/as y venerables que nacieron, murieron (nacimiento a la vida de gracia) o, por distintas circunstancias, moraron en Valladolid. Tal vez, más que decir que fue fruto de la suerte, sea una cuestión de voluntad divina.
Santos, sí, pero personas al fin y al cabo, que vivieron en un tiempo determinado, conviviendo con sus vecinos en los que dejaron impresa su huella, su recuerdo, a veces, incluso, separados por miles de kilómetros. Esa huella en sus paisanos hace que, en ocasiones, el Santo, pese a la separación en el tiempo se le siga sintiendo como uno más de la comunidad: sí, modelo a imitar en sus virtudes e intercesor ante Dios, pero también un vecino próximo como “de la puerta de al lado”, a quien se trata con respeto y reverencia, pero también con una cercanía familiar. Una forma peculiar de religiosidad popular o bien, una forma de vivir la comunidad en la que se integran los individuos, con el nexo de unión de un vecino singular.
Algo así creo que se puede percibir en las celebraciones que en honor de San Francisco de San Miguel, tienen lugar en La Parrilla (Valladolid) y esto viéndolo desde fuera, desde el punto de vista del forastero que se acerca a verlas. Dos son los momentos a lo largo del año que se celebran fiesta en honor de dicho Santo (que pese a lo que pueda parecer, no es el Patrón del pueblo, honor que recae en otro mártir, San Sebastián), estos momentos son: febrero (conmemoración del martirio, 1597) y junio (recordando la canonización, 1862).
Las que se están celebrando en estos momentos corresponden a las primeras. Nos enlaza con tiempos pasados y lugares lejanos, concretamente al 5 de febrero de 1597, y a la colina Nishizaka en Nagasaki, Japón, donde 26 cristianos fueron crucificados, convirtiéndose en los primeros mártires de aquel país. Fueron beatificados (23 de ellos) el 15 de septiembre de 1627 y canonizados el 8 de junio de 1862 (de aquí las otras fiestas mencionadas, las de junio).
¿Qué supuso esto para Valladolid? Pues un hecho tan importante como que uno de aquellos mártires, fue el primer beato (y como acertadamente apunta Roberto Blanco Andrés, recomiendo la lectura de su libro sobre el santo) mártir de la diócesis. Efectivamente, el martirio se produce apenas dos años después de la erección de Valladolid como diócesis (bula Pro Excellenti del Papa Clemente VIII, de 25 de septiembre de 1595; no será hasta 1857 cuando Valladolid se constituya en Archidiócesis) y un año después de la concesión a la entonces villa de Valladolid del título de ciudad (1596). En esta villa y luego ciudad, colmada en otros tiempos de conventos, tomó el hábito en el de San Francisco el 9 de enero de 1567 quien en el siglo era Juan del Arco y, en religión, fray Francisco de San Miguel.
De fechas cercanas a la beatificación y seguramente relacionada con las fiestas que pudieron celebrarse en La Parrilla por este motivo, puede datarse la imagen de San Francisco de San Miguel, obra de taller vallisoletano y quién sabe si inspirada (además de en estampas, grabados, etc.), en la que tallara -según fray Matías de Sobremonte- Gregorio Fernández para el Convento de San Francisco de Valladolid. La imagen recibió culto primeramente en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del los Remedios y una vez construida la ermita (en el lugar que ocupó la casa natal del mártir) pasó a recibir culto en el presbiterio de la misma, donde se encuentra en la actualidad.
En recuerdo de este martirio, La Parrilla, celebra fiestas desde el 4 al 7 de febrero, que incluyen diversos actos, destacando las salidas por las calles del pueblo de la imagen de su Santo. En la tarde del 4 de febrero, tras una función en la ermita del Santo da comienzo el traslado procesional de la imagen hasta la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de los Remedios, acompañado por su Cofradía (Cofradía de San Francisco de San Miguel y San Sebastián Mártir), autoridades y vecinos del pueblo, así como de otros lugares cercanos, donde hay recuerdo del santo. Un corto recorrido, unos doscientos metros, poco más, que la comitiva tarda casi dos horas debido a las paradas para bailar jotas ante su imagen.
Llegada la imagen del Santo a la iglesia, podemos destacar que las principales devociones del municipio quedan recogidas bajo el mismo techo. Allí, tras diversos vítores que ensalzan al humilde lego franciscano como Padre Bueno, Padre Enseñador, Padre Conciencia, honra del pueblo y espejo de sus convecinos, quienes interpretan el himno compuesto en su honor, siendo éste uno de los momentos más emotivos. La letra del himno es:
La Parrilla celebra con júbilo
Las virtudes de su hijo mejor
Que encendido en amores seráficos
Dio sin miedo la vida por Dios
Veneramos al Gran San Francisco
Protomártir del Japón.
Castellano de recio abolengo
Se hizo fraile con un santo afán
Y vistiendo el sayal Franciscano
Fue al oriente para misionar
Y murió por la Fe en Nagasaki
Protomártir del Asia Oriental
Recibiendo las crueles lanzadas
Con invicta y triunfal majestad.
La Parrilla celebra con júbilo
Las virtudes de su hijo mejor
Que encendido en amores seráficos
Dio sin miedo la vida por Dios
Veneramos al Gran San Francisco
Protomártir del Japón.
Contemplad la figura apostólica
Del heraldo de Cristo Jesús
Que pregona su Fe y su Esperanza
Y su amor al morir en la cruz
Y su muerte serena y beatifica
Muestro al mundo la eterna salud
Que se ofrece por el Evangelio
A los pueblos que buscan la luz
La Parrilla celebra con júbilo
Las virtudes de su hijo mejor
Que encendido en amores seráficos
Dio sin miedo la vida por Dios
Veneramos al Gran San Francisco
Protomártir del Japón.
La iglesia ha sufrido distintas modificaciones a lo largo de los siglos y actualmente sólo conserva un retablo (nave del evangelio) y elementos dispersos de otros. Una visita de 1654 señala “Visitó la capilla de Santa Catalina en que está colocada una imagen del santo mártir beato Fray Francisco de San Miguel mártir en el Japón, en que hay unos entierros de Sancho Fernández de Velasco y de su sobrino que dejaron una memoria en esta iglesia”. Este lugar se podría identificar con el que ocupa el mencionado retablo, pues en su remate aparece la imagen de Santa Catalina de Alejandría, mártir, reconocible por la palma y los elementos de martirio (rueda dentada o con cuchillas, rota, pues señala la tradición que se la intentó ejecutar con una maquina que empleaba estas ruedas pero al contacto con la santa se quebraron y una espada, al no ser efectivo el primer intentó, se optó por la decapitación), en el muro del evangelio, próximo a este retablo hay un sepulcro de arcosolio.
El día 5 de febrero, en que se hace memoria del martirio, a mediodía tiene lugar la Misa Solemne seguida de procesión por diversas calles del pueblo, finalizando nuevamente en la Iglesia parroquial, donde permanecerá el Santo hasta la tarde del 7 de febrero, momento en que será trasladado a su ermita, donde esperará las fiestas de junio.
En distintos momentos y con los medios disponibles, la ciudad de Valladolid, ha vuelto la vista sobre sus santos, y –hay que reconocer- que luego han seguido épocas de cierto olvido (resulta curioso, por ejemplo, que con el elevado número de parroquias que se crearon en Valladolid en la segunda mitad del siglo XX, pocas tuvieron como titular a un santo de la Archidiócesis) pero… mejor quedarse con lo primero. En este sentido, hemos de recordar las procesiones con motivo de la fiesta de San Pedro Regalado, Patrono de Valladolid, a finales de los años 20 del siglo XX, especialmente en 1929 y 1930, cuando santos y beatos de la Archidiócesis participaron en esa procesión. En el caso de San Francisco de San Miguel, en 1930 (ver enlace) su imagen fue trasladada -acompañada de sus vecinos- hasta Valladolid, procesionando por las calles de la ciudad, una escena extraordinaria, creo que nunca repetida (ni siquiera en ocasiones que podrían haber invitado a ello como el centenario en 1962, y 150 aniversario de la canonización en 2012, efemérides que podrían haber estado unidas a lo propio con San Miguel de los Santos, cuyos restos mortales descansan en la iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari). No obstante, son pocos años los que nos separan del centenario de aquella extraordinaria procesión de 1930 y convendría que no pasara desapercibida. Mientras, sería interesante que la imagen del Santo de La Parrilla, entre otros, tuviera un lugar también en algún templo de Valladolid, imagen suya hay en Santa Clara –clausura-, por ejemplo, (recordemos, por otro lado, que está bien cerca de nuestra Patrona, María Santísima de San Lorenzo, tanto en su corona de la coronación canónica como en su paso procesional).
BIBLIOGRAFÍA.
BLANCO ANDRÉS, Roberto: San Francisco de San Miguel: fraile, embajador y mártir en Japón. Valladolid, Galland Books, 2016.
BRASAS EGIGO, José Carlos: Catalogo Monumental de la Provincia de Valladolid. Tomo X. Antiguo Partido Judicial de Olmedo. Excma. Diputación Provincial de Valladolid. 1977. Pág. 105.
NENCLARES, Eustaquio María de: Vidas de los Mártires del Japón. Madrid, 1862.