El 8 de diciembre de 2020, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Santo Padre Francisco firmaba la Carta Apostólica “PATRIS CORDE” con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, un título otorgado por el Beato Pio IX en 1870, al que luego se unieron otros como “Patrono de los Trabajadores” (Pío XII) y “Custodio del Redentor” (San Juan Pablo II), sin olvidar que tradicionalmente se le invoca como “Patrono de la Buena Muerte” como veremos más adelante.
Esta Carta sirvió como punto de arranque del Año de San José que tal vez por estar inmersos en este tiempo de pandemia se haya tenido que celebrar de otra manera, sujeta siempre a las restricciones y normas sanitarias impuestas por las autoridades. Aún así, muchos templos han hecho actos especiales en horno al Glorioso Patriarca, con altares extraordinarios para la ocasión. En Valladolid cabe citar la Veneración a San José en el Santuario de Nuestra Señora del Carmen de Extramuros, el altar extraordinario erigido en la Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, retablo de San José en la S.I. Catedral, y en la Penitencial del Nazareno, visita a San José en San Benito El Real (sede del Centro Josefino, que se dedica a la investigación, información y divulgación de San José), colocación de la imagen del Santo en retablos en las Parroquiales del Salvador, San Andrés, etc., y también en los Lugares de Reserva del Jueves Santo (San Miguel, San Nicolás)…Seguramente, de haberse podido celebrar el Corpus Christi con normalidad, su imagen hubiera estado presente en muchos de los altares erigidos por las Cofradías en el recorrido de la Procesión (y tal vez hubiese sido motivo de participación extraordinaria de alguna imagen del Santo en el cortejo procesional).
Enmarcado en este Año, se encuentra también lo que es motivo de la presente entrada, la exposición temporal “EL SILENCIO DEL CARPINTERO” que se puede visitar en el Museo de San Francisco de Medina de Rioseco. Una muestra que reúne casi medio centenar de obras, y fue inaugurada el 11 de agosto de 2021. Aunque en principio estaba prevista su clausura el 31 de octubre de 2021, es probable que se prorrogue. Pero, antes de entrar en la exposición, vamos a considerar un poco la figura de San José.
EL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ.
Pese a la importancia del Santo en su relación con Jesús, así como con María, no son muchos los datos y referencias conocidos sobre él, así que tendremos que recurrir a distintas fuentes, evangelios canónicos, apócrifos, meditaciones, revelaciones, etc.
San Mateo (1, 1-16) nos ofrece la genealogía desde Abarhán hasta José, el esposo de María: “Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”.
José tenía el oficio de carpintero como se cita en el mismo evangelio: “¿No es el hijo del carpintero?” (Mt. 13, 55) y estaba desposado con María como refiere el mismo evangelista “María, su madre [de Jesús], estaba desposada con José” (Mt. 1, 18-19). Este evangelista no refiere los datos del Santo en el momento de su matrimonio con María, tales como edad, estado, etc. Para ello, los apócrifos ofrecen algunos de ellos, que han sido rebatidos desde los primeros tiempos del cristianismo, pero nos sirven para conocer también ciertos elementos iconográficos de San José. Así en el llamado Protoevangelio de Santiago se dice que San José era viudo y que de aquel primer matrimonio habrían nacido Santiago y otros hermanos que se mencionan por ejemplo en el evangelio de Mateo. La elección de San José como esposo de María habría sido una muestra de voluntad divina por medio de un signo milagroso:
“VIII. 3. Y el Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada.
IX 1. Y José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Y, cuando hubo terminado su plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Y José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor”.
Ahora bien, más que esposo, debido a la supuesta edad avanzada de San José, se le consideraría, según esta versión, como guardián de María, que entonces al llegar a los doce años de edad, abandonaría el templo.
La prodigiosa encarnación de Jesús supone un momento de dudas en San José quien considera la posibilidad de abandonar a su esposa: “José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús”. (Mt. 1, 19-25).
Este episodio de las dudas y el sueño de San José se ha visto también reflejado en el arte por medio de “Los celos de San José”, ejemplo de ello lo tenían en la Capilla de San Pedro Regalado en la Iglesia Parroquial del Santísimo Salvador de Valladolid, que era frontero al de la Anunciación (este retablo y grupo de la Anunciación se encuentran actualmente en la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Renedo de Esgueva), de forma paralela se representaría así el anuncio del nacimiento de Cristo tanto a María como a José, lástima que se ignore el paradero de este grupo de los Celos de San José, que fue sustituido por un Ecce Homo que también se encuentra en Renedo.
Los siguientes datos que conocemos de San José son los del viaje a Belén para empadronarse, su presencia en el nacimiento de Jesús (con adoración de pastores y de magos o sabios), la presentación en el templo y purificación de María, el aviso del ángel para que tome al niño y a su madre y marchen a Egipto pues peligra la vida del recién nacido y posteriormente el regreso a Nazaret y, finalmente, el episodio de la pérdida del niño en Jerusalén a la edad de 12 años y cuando le encuentran en el templo hablando con los maestros: “Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. (Lc. 2, 46-52).
A partir de este momento, San José desaparece del relato evangélico. La tradición sostiene que vivió unos años más, aproximadamente hasta que Jesús entró en la década de los 20 años (Sor María Jesús de Agreda señala que Jesús tendría el momento de la muerte de San José unos 27 años, en cualquier caso, fue antes de comenzar la vida pública de Jesús), muriendo entre los brazos de Jesús y María, lo que le consideraría con el paso del tiempo como “Patrono de la Buena Muerte”.
“Un día antes que muriese sucedió que, inflamado todo en el divino amor con estos beneficios, tuvo un éxtasis altísimo que le duró veinte y cuatro horas, conservándole el Señor las fuerzas y la vida por milagroso concurso; y en este grandioso rapto vio claramente la divina esencia y en ella se le manifestó sin velo ni rebozo lo que por la fe había creído, así de la divinidad incomprensible como del misterio de la Encarnación y Redención humana y de la Iglesia militante, con todos los Sacramentos que a ella pertenecen, y la Beatísima Trinidad le señaló y destinó por precursor de Cristo nuestro Salvador para los santos Padres y Profetas del limbo (de los Padres), y le mandó que les evangelizase de nuevo su Redención y los previniese para esperar la ida y visita que les haría el mismo Señor para sacarlos de aquel seno de San Abrahán a la eterna felicidad y descanso. Y todo esto conoció María santísima en el alma de su Hijo y en su interior, en la misma forma que otros misterios, y como le había sucedido a su amantísimo esposo, y por todo hizo la gran Princesa dignas gracias al mismo Señor.
Volvió San José de este rapto lleno su rostro de admirable resplandor y hermosura y su mente toda deificada de la vista del ser de Dios, y hablando con su esposa santísima la pidió su bendición y ella a su Hijo benditísimo que se la diese y su divina Majestad lo hizo. Luego la gran Reina, maestra de la humildad, puesta de rodillas pidió a San José también la bendijese como esposo y cabeza, y no sin divino impulso el varón de Dios por consolar a la prudentísima esposa la dio su bendición a la despedida, y ella le besó la mano con que la bendijo y le pidió que de su parte saludase a los Santos Padres del limbo, y para que el humildísimo San José cerrase el testamento de su vida con el sello de esta virtud pidió perdón a su divina esposa de lo que en su servicio y estimación había faltado como hombre flaco y terreno y que en aquella hora no le faltase su asistencia y con la intercesión de sus ruegos. A su Hijo santísimo agradecióle también el santo esposo los beneficios que de su mano liberalísima había recibido toda la vida, y en especial en aquella enfermedad, y las últimas palabras que dijo San José hablando con ella, fueron: Bendita sois entre todas las mujeres y escogida entre todas las criaturas. Los Ángeles y los hombres Os alaben, todas las generaciones conozcan, magnifiquen y engrandezcan vuestra dignidad, y sea por Vos conocido, adorado y exaltado el nombre del Altísimo por todos los futuros siglos y eternamente alabado por haberos criado tan agradable a sus ojos y de todos los espíritus bienaventurados, y espero gozar de vuestra vista en la patria celestial.
Convirtióse luego el varón de Dios a Cristo Señor nuestro, y para hablar a Su Majestad con profunda reverencia en aquella hora intentó ponerse de rodillas en el suelo, pero el dulcísimo Jesús llegó a él y le recibió en sus brazos y estando reclinada la cabeza en ellos dijo: Señor mío y Dios altísimo, Hijo del Eterno Padre, Criador y Redentor del mundo, dad vuestra bendición eterna a vuestro esclavo y hechura de vuestras manos; perdonad, Rey piadosísimo, las culpas que como indigno he cometido en vuestro servicio y compañía. Yo os confieso, engrandezco y con rendido corazón os doy eternamente gracias, porque entre los hombres me eligió Vuestra inefable dignación para esposo de vuestra verdadera Madre; vuestra grandeza y gloria misma sean mi agradecimiento por todas las eternidades.— El Redentor del mundo le dio la bendición y le dijo: Padre mío, descansad en paz y en la gracia de mi Padre celestial y mía, y a mis profetas y santos, que os esperan en el limbo, daréis alegres nuevas de que se llega ya su redención.—En estas palabras del mismo Jesús y en sus brazos espiró el santo y felicísimo José, y Su Majestad le cerró los ojos; y al mismo tiempo la multitud de los Ángeles que asistían con su Rey supremo y Reina hicieron dulces cánticos de alabanza con voces celestiales y sonoras y luego por mandato de Su Alteza llevaron la santísima alma al limbo de padres y profetas, donde todos la conocieron, llena de resplandores de incomparable gracia, como padre putativo del Redentor del mundo y su gran privado, digno de singular veneración; y conforme a la voluntad y mandato del Señor que llevaba causó nueva alegría en aquella innumerable congregación de santos, con las nuevas que les evangelizó de que se llegaba ya su rescate”.
(Sor María Jesús de Agreda, Mística Ciudad de Dios, Libro V, capítulo 15).
En el siguiente capítulo (16) trata de la edad de María en el momento de la muerte de San José “Todo el curso de la vida del felicísimo de los hombres San José llegó a sesenta años y algunos días más, porque de treinta y tres se desposó con María santísima y en su compañía vivió veinte y siete y un poco más; y cuando murió el Santo Esposo quedó la gran Señora de edad de cuarenta y un años y entrada casi medio año en cuarenta y dos, porque a los catorce años fue desposada con San José y los veinte y siete que vivieron juntos hacen cuarenta y uno y más lo que corrió de 8 de septiembre hasta la dichosa muerte del santísimo esposo. En esta edad se halló la Reina del cielo con la misma disposición y perfección natural que consiguió a los treinta y tres años, porque ni retrocedió, ni se envejeció, ni desfalleció de aquel perfectísimo estado, como en el capítulo 13 de este libro queda dicho”.
En cuanto al lugar donde pueden estar sus restos mortales tampoco hay datos en los Evangelios y hemos de recurrir a visiones místicas, en este sentido, la Beata Ana Catalina Emmerich (08/09/1774-09/02/1824) dice: “Solo unos pocos hombres siguieron el ataúd con Jesús y María; pero lo vi acompañado de ángeles y rodeado de luz. Los restos de José fueron luego retirados por los cristianos a Belén, y enterrados. Creo que todavía puedo verlo allí incorrupto”.
Todos estos precedentes nos señalan los atributos iconográficos de San José y los distintos episodios de su vida representados en el arte, algunos de los cuales podremos ver en la exposición: Su papel en la Sagrada Familia, como esposo de María y padre putativo de Jesús; la vara florecida señal de su elección como esposo de María; la sierra, referencia a su oficio como carpintero; los episodios de los Desposorios, el Nacimiento de Jesús, la Huída a Egipto, el Hogar de Nazaret…
LA EXPOSICIÓN “EL SILENCIO DEL CARPINTERO”.
Como se ha dicho anteriormente, la muestra se inauguró el 11 de agosto de 2021, por D. David Esteban, Alcalde de Medina del Rioseco y se encuentra situada en una sala, la antigua Capilla de Santa Ana y Santa Isabel en la Iglesia del antiguo Convento de San Francisco de Medina de Rioseco.
Cuenta con cerca de medio centenar de obras en diversas disciplinas y técnicas (escultura, pintura, documentos, libros, etc.). La mayoría de ellas son de los siglos XVI y XVII. Es interesante esta cronología pues es un momento de impulso de la devoción a San José, dotándole de mayor importancia y representatividad en la vida de Jesús y de María, así como auge de su culto, al tomarlo como referencia y modelo de esposo, trabajador, padre y custodio de la familia.
De este auge fueron responsables, entre otros, personalidades como Santa Teresa de Jesús, gran devota de San José, y a él dedicó su primera fundación en su tierra natal, de hecho, la imagen del Santo que preside el retablo mayor de aquella iglesia conventual es de las pocas imágenes de Santos coronadas canónicamente, un hecho que tuvo lugar el 24 de agosto de 1965.
Junto a los carmelitas descalzos (femeninas y masculinos) de Santa Teresa de Jesús, otra Orden que promovió el culto a San José fueron los jesuitas. Así, en la exposición es posible ver imágenes de Santos de ambas Órdenes (Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier) como representativos de aquellas. La imagen de Santa Teresa, de vestir, datada en el siglo XVIII, procede del claustro bajo del Convento de San José. Por su parte, San Francisco Javier, atribuido a Tomás de Sierra, primer cuarto del siglo XVIII, se conserva en la actualidad en el Museo de San Francisco, aunque en origen procede de la Iglesia de Santa Cruz (Medina de Rioseco).
De la misma Iglesia de Santa Cruz (antiguo retablo del Cristo de la Paz) procedía también una imagen de San José con el Niño, asignable a Francisco de Sierra, hoy en el Museo de San Francisco.
Entre los autores destacados citar a Andrés de Solanes, Francisco Díez de Tudanca, la familia de los Sierra, etc. En la muestra también llaman la atención los óleos sobre cobre, cómo el de “Los Desposorios de la Virgen” y “La Virgen de las Uvas”, del siglo XVII, debido al pintor flamenco Gerard Seghers, que aunque en la actualidad se exponen en el Museo de San Francisco proceden de la Iglesia de Santiago (Medina de Rioseco) o destacable también la “Sagrada Familia” de Lucas Jordán.
De entre las piezas expuestas destacan una “Sagrada Familia” de Andrés Solanes (que habría que datar probablemente en la década de los años 20 del siglo XVII o todo lo más entre 1621 y 1635), siguiendo el modelo que realiza Gregorio Fernández como grupo titular y procesional para la Cofradía de San José de Niños Expósitos, hoy en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo Mártir de Valladolid (el grupo de Gregorio Fernández, policromado por Diego Valentín Díaz, se encuentra desde finales de septiembre de 2020 y en la actualidad –octubre de 2021- en restauración). Este grupo riosecano realizado por Solanes se conserva en la actualidad en un retablo en el sotocoro de la Iglesia Parroquial de Santa María, pero en origen parece que presidió el retablo mayor de la Iglesia del Convento de San José, de Medina de Rioseco, de monjas carmelitas descalzas. Allí permaneció hasta 1874, fecha en fue sustituido por una imagen de Nuestra Señora del Carmen procedente de los carmelitas de la Encarnación. En el retablo en el que se encuentra en la Iglesia de Santa María aparece sobre el Niño Jesús las representaciones de Dios Padre y el Espíritu Santo, conformando una “Doble Trinidad” la celeste (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la terrenal (José, María y Jesús). Esta doble trinidad se repite en otras representaciones de la época que toman como modelo aquella de Gregorio Fernández de Valladolid, como es el caso de la tallada por Juan Antonio de Estrada para el Convento de San José de las carmelitas descalzas de Palencia o la realizada por Juan Rodríguez para las carmelitas descalzas de Calahorra (La Rioja). Cabría preguntarse pues, si la de Valladolid, en su retablo, pudo tener en su origen, de alguna manera, esta doble Trinidad. Como último apunte señalar que este grupo de Medina de Rioseco fue restaurado recientemente (entre octubre de 2017 a julio de 2019) por Pedro Miguel Escudero Díez.
Por otro lado, también destaca el grupo de “San José con el Niño” atribuido a Francisco Díez de Tudanca, datado tal vez en la década de los 60 del siglo XVII. Estaba en el colateral de la epístola de la Iglesia del Convento de Santa Clara, siendo ésta la primera ocasión que sale de aquel templo.
Del mismo Convento de Santa Clara, otra imagen de San José con el Niño, datada en el siglo XVIII.
Otras piezas a tener presente son “Adoración de los Pastores”, alabastro, último cuarto del siglo XVI, procede de la Iglesia de Santiago, actualmente se conserva en el Museo de San Francisco, y del Convento de Santa Clara un San José, napolitano, del siglo XVIII y un conjunto de imágenes de vestir del siglo XVIII, de la Virgen, San José y el Niño.
Organizan la muestra el Ayuntamiento de Medina de Rioseco y el Museo de San Francisco, con la colaboración con la Parroquia de Santa María y Santiago, la Asociación para la Restauración y Conservación de los Templos y el Convento de Santa Clara.
Para finalizar quisiera dar las gracias a varias personas que han facilitado la visita a la exposición, como Rubén Olmedo (ver
enlace), y al personal del Museo, Marilé y su director, D. Miguel García Marbán.